En el contexto del Año Ignaciano, hacemos una atenta reflexión acerca de San Ignacio y el itinerario de su vida espiritual.
¿Quién era San Ignacio? ¿Un hombre espiritual, un hombre piadoso y santo? ¿Un hombre profundamente temeroso de Dios, dado a la oración? Cierto que no, al menos durante los primeros 26 años de su vida. El mismo Ignacio dice que hasta los 26 años fue un hombre entregado a las vanidades del mundo, preocupado principalmente por un fuerte y estúpido deseo de ganar fama.
Dos ejemplos:
• En una ocasión, un grupo de jóvenes lo cercó contra un muro. Inmediatamente sacó su espada y cargó contra ellos con tal violencia y fiereza, que si alguien no lo hubiera detenido, habría matado a alguno o lo habrían matado a él.
• En segundo lugar, puede que Ignacio sea el único santo con antecedentes penales certificados ante notario: por riña nocturna con intención de causar daños graves.
Me gustaría compartir con los lectores algunos principios de su espiritualidad, que me resultan más atractivos.
Encontrar a Dios en todas las cosas
Significa que nada cae fuera del ámbito de la vida espiritual. La espiritualidad ignaciana considera que todo ofrece la posibilidad para un posible encuentro con Dios. En el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales, Ignacio quiere que nos hagamos indiferentes a la salud o a la enfermedad, a la vida larga o corta, a la honra o a la deshonra, a la riqueza o a la pobreza… porque en todo ello hay ocasión para encontrar a Dios. Dios está presente en todos y en todo, trabajando por su maduración. En definitiva, todo participa de la fuente que es Dios, como los rayos de sol participan del sol y el agua que mana de la fuente participa de la fuente.
¿Cómo ha sido nuestro encuentro con Dios en el ambiente de la segunda ola brutal de la pandemia de Covid-19? ¿Qué mensaje nos ha dirigido Dios en estas difíciles circunstancias, tan desafiantes?
Contemplativos incluso en la acción
Estamos llamados a ser contemplativos incluso en la acción, y esto significa ser personas de acción que a la vez tienen una postura contemplativa frente al mundo. En lugar de concebir un tipo de vida espiritual encerrado entre los muros de un monasterio, Ignacio considera que todo el mundo es nuestro monasterio. Este concepto -tan novedoso y radical para la vida religiosa de aquella época- supone una invitación y significa un reto para nosotros hoy. Es una condición sine qua non si queremos encontrar a Dios en todas las cosas.
Libertad y desprendimiento
En mi opinión, lo que nos impide una vida de libertad y sana alegría es que estamos desmesuradamente apegados a personas y a cosas. Tenemos afectos desordenados. Tener afectos y apego a determinadas personas y cosas es bueno. Pero un apego desmedido y desordenado trae consigo tristeza y dolor. Todo afecto es en sí mismo atractivo. Pero cuando llega a ser desordenado, no da vida. Provoca muerte. Ignacio nos invita a avanzar hacia tener apegos ordenados. Hacerlo supone ser más libres y más felices. Ciertamente, Ignacio quiere que tengamos vida y que la tengamos en plenitud.
Discernimiento
La pandemia de Covid-19 reclama de nosotros que estemos constantemente tomando decisiones. Vivimos una crisis a la vez global, por su propagación y su impacto, y local en lo que tiene de visible. Ha afectado a casi todo y a casi todos, y nos ha enfrentado a multitud de alternativas. El reto ha consistido en elegir correctamente al enfrentarnos a muchas alternativas en conflicto. Para hacerlo, las Reglas de Discernimiento de los Ejercicios Espirituales pueden resultar de utilidad. Son válidas y relevantes hasta el día de hoy, aunque han pasado más de 470 años. Hunden sus raíces en la realidad y han resistido la prueba del tiempo. El desafío no estriba simplemente en conocer las reglas, sino en tener la sabiduría y la gracia de saber cómo y cuándo utilizarlas.
El Magis
El magis, ‘todo para la mayor Gloria de Dios’, es una de las señas de identidad de nuestra espiritualidad. La mediocridad no tiene cabida en la visión del mundo de Ignacio. La espiritualidad del magis es la espiritualidad de las infinitas posibilidades. No es una espiritualidad que ponga en peligro de infarto. Es una espiritualidad que aporta profundidad, alegría y un soplo de aire fresco a la vida. El Padre General, al hablar del magis, dice que es una llamada no sólo a hacer más, sino también a hacer las cosas mejor.
Conclusión
La vida de Ignacio es la historia de un hombre centrado en sí mismo que acaba siendo un hombre centrado en Dios. A lo largo de los años, Ignacio fue creciendo en facilidad para encontrar a Dios, hasta el punto que, hacia el final de su vida, podía decir, llamándose a sí mismo peregrino: “En cualquier momento y lugar en que quería encontrar a Dios, podía hacerlo”. Que San Ignacio nos bendiga a todos con esta gracia, para que podamos arder con Dios como él lo hizo.